And the winner is…

Después de mucho trabajo para desglosar todas las coaliciones de un sistema cada vez más opaco, DEMOS logró determinar el color partidista de cada alcaldía del país, y el ganador es…

El Partido Conservador es el partido con más alcaldes, tanto propios como si sumamos los que elige en coaliciones. Como siempre, los cuatro “tradicionales” llegan a la cabeza, en orden distinto si consideramos sólo las alcaldías propias o la suma de las propias y de las ganadas en coaliciones. En el primer caso, es el partido Liberal que llega segundo, en el segundo caso, es el partido de la U. Cambio Radical es el último de los tradicionales en todos casos.

Como en 2019, con una buena distancia atrás, encontramos la Alianza Social Independiente, la Alianza Verde y Centro Democrático, sobre todo gracias a las coaliciones en el caso de ASI, mientras AV logra un número de alcaldías propias que se acerca a Cambio Radical.

Detrás, encontramos los grupos significativos de ciudadanos, el partido Colombia Renaciente, el partido Fuerza de la Paz de Roy Barreras, el partido Demócrata Colombiano, y Nuevo Liberalismo.

Victorias a alcaldías (comparación 2023-2019)

 Propias 2023Coaliciones 2023Total 2023Propias 2019Coaliciones 2019Total 2019Diferencia 2023-2019
PC952293241192033222
PU6722929690226316-20
PL6921728697222319-33
CR3520724261264325-83
ASI151241392710012712
AV32951274397140-13
CD169210871121192-84
GSC33528535357015
PCR18577510354530
PFP10596900069
PDC8576500065
NL9516000060
MAIS164258205676-18
AICO74754165167-13
EM8445200052
CRE8303800038
ADA529344121618
GM4273100031
CJL2161849135
MSN3121500015
VO3121500015
IND3111400014
PEC0141400014
DyC2111300013
CH56111783
NFD6390009
PDA35831215-7
LIGA1670007
TSC3470007
UP1450005
COMUNES0440004
FC1340004
PCC0220002
PED0110001
PTC0110001

Si miramos esto en perspectiva comparativa con 2019, nos damos cuenta que el peso de los tradicional está en realidad en declive, salvo para los conservadores. Tienden a ser desplazados por algunos nuevos partidos exitosos en su juego de distribución de aval como Colombia Renaciente, la Fuerza de la Paz, el Partido Demócrata Colombiano, En Marcha, Creemos y Gente en Movimiento.

Centro Democrático registra también una fuerte caída en su presencia territorial a pesar de resultados mucho más positivos en ciudades grandes y gobernaciones.

Finalmente, si hablamos de los avances de las fuerzas del Pacto Histórico, son lejos de ser convincentes. MAIS y el Polo Democrático Alternativo bajan su presencia, aunque es cierto que no todas las coaliciones del primero se hacían con la izquierda en 2019, y el segundo sufrió la escisión de Dignidad y Compromiso. La Colombia Humana, Todos Somos Colombia, la Unión Patriótica, y hasta Comunes progresan, pero siguen a niveles muy marginales.

Alianza Social Independiente: el comodín

Por Yann Basset

La ASI empezó como Alianza Social Indígena. Obtuvo su personería jurídica vía la circunscripción especial indígena de la cual fue un actor principal desde su creación, representando comunidades indígenas del Cauca. A partir de los años 2000, incursionó en la política nacional avalando personalidades con perfil “independiente” como Antanas Mockus en su segunda alcaldía y en su carrera presidencial de 2006 o Sergio Fajardo en su aspiración a la alcaldía de Medellín en 2003. Desde entonces, ha empezado a avalar muchas candidaturas indiscriminadamente a lo largo y ancho del territorio nacional. Su cambio de nombre la desligó finalmente de su pasado indigenista mientras adquiría cada vez más una imagen de “fábrica de avales” sin identidad bien definida

La ASI es un partido que pasa debajo de los radares de la opinión pública porque no tiene mucha relevancia en las elecciones nacionales. En 2022, estuvo en la Coalición de la Esperanza y logró poner candidatos suyos en el Congreso vía sus listas, mientras en 2018, hacía parte de la Coalición de la Decencia que apoyaba Gustavo Petro (y avaló al senador Jonathan “Manguito” Tamayo quien se hizo famoso por pasarse al oficialismo en contra de su coalición y su partido apenas electo). En el ámbito local, sin embargo, la ASÍ es un actor mucho más relevante de lo que la opinión urbana puede imaginar. Es la séptima fuerza política en los ejecutivos locales, detrás de los cuatro partidos tradicionales, Centro Democrático y los verdes. Tiene 27 alcaldías propias y está en 100 coaliciones de otras, así como en 7 coaliciones de gobernadores electos. Para las elecciones del domingo 29 de octubre, la ASI es la 6ta fuerza política en número de avales, detrás de los 4 tradicionales y la Alianza Verde, y cada vez más en coalición.

Otro aspecto notable es que la ASI hace coaliciones con todo tipo de actores, sin exclusiva, con una preferencia marcada para los partidos tradicionales que corresponde, de hecho, a la mayor presencia de ellos.

Siguen la Alianza Verde, y el Nuevo Liberalismo de los cuales se esperaría mayor cercanía dadas las alianzas del año pasado, pero que no representan ni la mitad del número de coaliciones que suele hacer ASI con los tradicionales. En cuanto a los socios de izquierda del MAIS, la Colombia Humana o el Polo Democrático, casi no aparecen como socio, apenas menos que en 2019 cuando compartían coalición nacional con las listas de la decencia. MAIS es el único que sigue siendo un socio algo importante, quizás por el origen indigenista común, pero mucho menos que hace 4 años.

A nivel geográfico, ASI hace presencia en todo el territorio, aunque un poco más en el centro del país que en la costa Caribe o en el Pacífico. Contrariamente a lo que podríamos pensar, no desdeña las ciudades importantes. Presenta candidatos propios en Cartagena, Neiva, Pasto, Quibdó, Riohacha, Villavicencio y en coalición en Armenia, Buenaventura, Manizales, Pereira, Popayán, Tunja y Santa Marta, aunque en estos escenarios, sus avalados rara vez figuran entre los más opcionados.

En conclusión, ASI es uno de estos casos típicos que ilustran las diferencias entre los escenarios locales y el ámbito nacional. A pesar de la multiplicación de los partidos que facilita avales de todo tipo, su etiqueta sigue apetecida para los políticos locales, precisamente porque no implica un compromiso muy claro con ningún bando de la política nacional. Esto permite negociar apoyos y recursos con cualquier gobierno, aunque probablemente con límites en los momentos de campaña en que la política nacional tiende a polarizarse un poco más.

Colombia Humana: las grandes esperanzas

por Yann Basset

Después de la victoria de Gustavo Petro a la presidencia, el partido que fundó después de su paso por la alcaldía de Bogotá aspira a transformar el triunfo nacional en un empuje en el escenario local para lograr las bases territoriales que la izquierda nunca ha podido consolidar en el país. Sin embargo, las expectativas que tenía el movimiento al respecto se han ido enfriando con el paso del tiempo. En primer lugar, como hemos tenido la ocasión de explicar en otra parte, el escenario territorial y el nacional tienen una importante autonomía relativa. Sería por tanto erróneo esperar obtener en las elecciones locales algo parecido al 17% de los votos que el Pacto Histórico obtuvo al Senado a nivel nacional el año pasado. En segundo lugar, la popularidad del presidente ha menguado considerablemente desde la ruptura de la coalición de gobierno que se produjo unos 6 meses antes de las elecciones, y el empuje que podía esperar la Colombia Humana en el voto urbano por su figura probablemente no será tan fuerte como se podía esperar hace un año. Finalmente, las negociaciones en el seno del Pacto Histórico para reproducir la coalición vencedora en el ámbito nacional en los territorios han sido laboriosas y poco exitosas. Como lo explicó la profesora Rocío Rodríguez en un reciente artículo, las coaliciones a geometría variable denominadas Pacto Histórico sólo agrupan parte cambiante de los partidos que constituyen la alianza, y en algunos casos, compiten con candidaturas de otros socios de la misma.

Conviene relativizar este último punto. Para las candidaturas a las alcaldías que nos interesan acá, el proceso fue algo más fácil que para ordenar listas a cuerpos colegiales. Al final, existen 130 candidaturas a alcaldías que contienen en su denominación la expresión “Pacto Histórico”, y que son conformadas por algunos de los 12 partidos de la alianza que llevó Petro a la presidencia. Es decir, hay una candidatura “tipo Pacto Histórico” en 10% de los municipios. Sin embargo, siguen siendo coaliciones cambiantes que no se pueden estudiar como una unidad en sí. La Colombia Humana en cambio, el partido fundado por Petro y que presta a la coalición sus colores y la forma de su logo puede ser estudiada como el corazón del Pacto, aun si no lo agota. Existen incluso en el Pacto formaciones que parten con más bases territoriales que ella: el MAIS ganó 20 alcaldías propias en 2019 y estuvo en 56 coaliciones ganadoras, el Polo Democrático ganó 3 y estuvo en 12 coaliciones ganadoras, incluyendo la que ganó Bogotá con Claudia López. Colombia Humana en cambio, sólo ganó una alcaldía y está en 7 coaliciones ganadoras.

En todo caso, en esta oportunidad, la Colombia Humana es de lejos el partido del Pacto Histórico que presenta más candidaturas y que apuesta más duro. Duplicó sus candidaturas propias con respecto a 2019, y aumentó considerablemente su participación en coaliciones. Notemos de paso que, hace 4 años, la Colombia Humana era en realidad “Colombia Humana-Unión Patriótica”. Usaba la personería jurídica de la UP por no tener todavía la suya propia. En 2023, la UP casi no presentó candidaturas propias y sólo jugó en las coaliciones tipo Pacto Histórico, generalmente al lado de Colombia Humana, por lo que la comparación no representa mayor problema.

El hecho de tener más candidaturas propias que en coalición contrasta con los partidos tradicionales y es típico de los movimientos nuevos que tratan de posicionarse. De hecho, en número de candidaturas propias, Colombia Humana llega en cuarta posición en estas elecciones, detrás del Partido Liberal, el Partido Conservador y la Alianza Verde, pero delante de la U y Cambio Radical. En cambio, en total de candidaturas, sumando las propias y las de coaliciones, sólo llega en octava posición.

Sin sorpresa, los mayores socios de coalición de la Colombia Humana son, casi al mismo nivel, la Unión Patriótica (que como vimos, ya lo era en 2019 de algún modo), Comunes (que logra gracias a su entrada al Pacto Histórico romper el ostracismo en el que estaba todavía hace 4 años), y el Polo Democrático Alternativo (que ya era el mayor socio en 2019). Un poco después, encontramos el Partido Comunista, Todos Somos Colombia (el partido de Clara López), el Partido de los Trabajadores de Colombia, y el MAIS. De este modo, casi la totalidad de las coaliciones se hacen dentro del Pacto. Casi desaparecen las coaliciones con la Alianza Verde, que era todavía el segundo socio en 2019, y lo hacen completamente las con los partidos tradicionales, que, aun escasas, todavía existían hace 4 años.

Geográficamente, la Colombia Humana trata de llegar a todo el territorio, en particular a las ciudades o capitales departamentales para las cuales privilegia las coaliciones. En cambio, las candidaturas propias abundan en el interior de la costa Caribe, mientras el Pacífico y el sur-occidente, que habían sido el baluarte de Gustavo Petro y del Pacto Histórico el año pasado parecen relativamente relegados.

¿Qué podemos esperar de las apuestas de la Colombia Humana? Quizás no tanto para las elecciones de 2023. Muchas candidaturas son de activistas relativamente nuevos en política electoral con poca posibilidad de ganar. Además, en Bogotá, la plaza fuerte tradicional de la izquierda, la candidatura de Gustavo Bolívar no parece en posición de ganar. El esfuerzo servirá quizás más a mediano plazo para consolidar el partido e instalarlo como el eje de la izquierda en el futuro.

Movimiento de Salvación Nacional: en búsqueda de un lugar

Por Manuel López

Con la apertura democrática de la década de los 90’s, el número de partidos políticos se multiplicó. De un sistema bipartidista, en el que, si bien existían otros partidos, solo 2 de ellos eran competitivos antes de 1990, el número creció rápidamente a 23. Entre ellos, el Movimiento de Salvación Nacional, una disidencia del Partido Conservador liderada por Álvaro Gómez Hurtado, hijo del expresidente Laureano Gómez. Luego de las elecciones de 1990 en las que Gómez Hurtado se presentó como candidato, mantuvo algunas curules en el Congreso hasta que perdió su personería en 2006.  En el 2021, tras una decisión del Consejo Nacional Electoral que le devolvía la personería jurídica al Nuevo Liberalismo, el entonces extinto partido ‘Movimiento de Salvación Nacional’ tomó provecho de dicho precedente y retornó a la arena electoral del país en medio de una coyuntura y un revolcón en el sistema político. Esta decisión se dio como una forma de “reparación por la violencia política” – concepto que ya hacía carrera en el país – a causa de la muerte de Álvaro Gómez Hurtado. MSN se reestrenó con la candidatura presidencial de Enrique Gómez Martínez, sobrino del fundador, en 2022. ¿Cuáles son las cartas que juega Salvación Nacional en estas elecciones locales y cuál es su estrategia electoral? Son preguntas que serán tratadas en el presente artículo.

En primera medida, es necesario mencionar que el partido se estrena en el ámbito subnacional. 156 son las candidaturas propias, es decir, presentadas sin coaliciones, y 69 en este tipo de participación. Aunque la cifra parece pequeña, lo cierto es que resulta ambiciosa si se tienen en cuenta otras agrupaciones de mayor trayectoria como el Polo Democrático Alternativo o el partido MIRA y/o Colombia Justa Libres. Así, la estrategia de Salvación Nacional consiste en expandirse y tener presencia en el nivel local, quizá, con miras a una consolidación e institucionalización partidaria.

En el mapa se muestran los municipios en donde el Movimiento de Salvación Nacional cuenta con una candidatura, bien sea propia o en coalición. Como se observa, su presencia en esta contienda se concentra mayoritariamente en las capitales y centros urbanos de los departamentos del centro y norte del país, con algunas pocas excepciones notables como Pasto y Buenaventura, las cuales se encuentran en el sur y el pacífico colombiano respectivamente. Un aspecto salta a la vista aquí: el partido busca mantener una presencia en zonas históricamente alineadas a la derecha. Ejemplo de lo anterior es que, de acuerdo con el mapa, su fortín electoral se encuentra en Antioquia. Por lo demás, se trata de una presencia urbana, con un número pequeño de candidaturas en zonas rurales, a las que intenta arribar mediante coaliciones, como es el caso de San Vicente del Caguán y otros municipios. De este modo, podemos decir que el MSN le apuesta principalmente al voto de opinión urbano de derecha.

Ahora bien, las coaliciones son un instrumento secundario. De 225 candidaturas, 69 son coaliciones. Los partidos con los que el Movimiento de Salvación Nacional se relaciona en mayor medida en este tipo de participación política son el Centro Democrático, con 31 apariciones; el Partido Cambio Radical, con 14; el Partido Conservador con 9; el Partido de la U con 9 y Creemos, con 8.  Quizá en este escenario el Movimiento de Salvación Nacional constituye una excepción a la regla general descrita en otras entradas de esta serie, pues el ámbito ideológico sí cobra una gran relevancia en el ámbito subnacional, contrario a lo que sucede, por ejemplo, con el Partido Alianza Verde. En ese sentido, Salvación Nacional comparte coaliciones con partidos de centro derecha y derecha, como lo son el Centro Democrático, Creemos, el Partido Conservador y Nueva Fuerza Democrática, todos afines a sus posiciones ideológicas. Sin embargo, ello no implica que no haya hecho alianzas estratégicas con partidos como el Nuevo Liberalismo, el cual se aleja más de sus postulados. En el siguiente gráfico se retrata lo mencionado.

Una posible explicación de la variedad de lugares en donde hay candidaturas en las que se muestra el nombre de Movimiento de Salvación Nacional la dan Milanese y Albarracín (2022)[1], quienes señalan que, no en pocas ocasiones, las etiquetas partidarias se distribuyen como franquicias, en lugares en los que hay políticos interesados en adquirirlas. Esto se debe en parte al bajo enraizamiento de los partidos en la sociedad. Otra puede encontrarse en la pérdida de popularidad que han tenido algunos alcaldes alternativos, como lo son William Dau, Jairo Yáñez y Claudia López. De esta manera, Salvación Nacional buscaría ganar el espacio perdido por los partidos de izquierda y centro izquierda. Esta última hipótesis es factible si se tiene en cuenta que el partido tiene candidaturas en lugares con tendencia hacia el voto progresista como Bogotá y Pasto, y en aquellos en donde en las anteriores elecciones ganaron candidatos de esta tendencia como Cúcuta y Cartagena.

En conclusión, el Partido Movimiento de Salvación Nacional pretende expandirse territorialmente mediante, al menos, dos estrategias. La primera, consolidarse en lugares en donde el voto ha sido históricamente hacia partidos de ala conservadora – o de derecha –; la segunda, desplazar a los partidos de izquierda y centro izquierda en ciudades de gran importancia y en donde estos han perdido popularidad.


[1] Milanese, J. P., & Albarracín, J. (2022). Congruencia y enraizamiento partidario. Análisis de las elecciones para cuerpos colegiados 2018-2019. En En configuración permanente. Universidad de los Andes; Digitalia. https://www.digitaliapublishing.com/a/128093

De lo nacional a lo local. Cada plano con su lógica

En este periodo de campaña para las elecciones locales de 2023, se ha escuchado varias veces que el escrutinio iba a ser un “plebiscito sobre la política de Gustavo Petro”, plebiscito en el que, a todas luces, el presidente sufrirá una derrota. Sin embargo, esta idea ignora las particularidades de los escenarios locales y la dificultad de analizarlos a través de los lentes nacionales. Recordemos que, en el ciclo electoral pasado, las grandes ciudades eligieron alcaldes con perfiles de “independientes”, muchas veces inclinados al centro-izquierda, cuando la derecha había triunfado un año antes en las elecciones nacionales (con el caso extremo de Medellín que fue baluarte de la derecha en este último caso pero que eligió a Daniel Quintero, cercano a Gustavo Petro, en 2019). Apenas más lejos en el tiempo, durante tres ciclos electorales seguidos, vimos el uribismo ganar holgadamente las elecciones nacionales mientras Bogotá elegía alcaldes de izquierda.

¿Qué hay detrás de estos desfases?  

En primer lugar, los escenarios son distintos. Los temas que se destacan ahora en la campaña conservan una relación relativamente lejana a las políticas del gobierno nacional, salvo quizás con el tema de la “paz total” en las zonas que más sufren la violencia de los grupos armados. En las grandes ciudades, el debate gira principalmente alrededor de la seguridad urbana y la lucha contra la delincuencia, o los temas de movilidad, sin que importe mucho la agenda de reformas sociales del gobierno nacional.

En segundo lugar, los actores no son los mismos, con mayor razón en un contexto de fragmentación creciente del sistema de partidos colombiano. Con más de 30 partidos, y todas las combinaciones posibles entre ellos en coalición (sin hablar de los grupos significativos de ciudadanos), es muy difícil leer los escenarios municipales en relación a la balanza de fuerzas en el Congreso por ejemplo. Si las elecciones de octubre no pintan bien para la izquierda, es menos por la impopularidad de Petro que por la debilidad de sus bases locales, con la excepción de Bogotá en la que, de todos modos, la izquierda nunca se ha recuperada del todo del descalabro de la época de Samuel Moreno. Las disputas en el seno del Pacto Histórico alrededor de las candidaturas tampoco ayudarán. Al contrario, los viejos partidos Conservador y Liberal que sufren un lento declive en las elecciones legislativas y ya no son siquiera jugadores en el escenario presidencial siguen bastante fuertes en el ámbito local.

Más allá de eso, hay una tercera diferencia que se olvida a menudo y que después de una interesante discusión en redes con mi colega Olga González, quisiera detallar acá: los electorados también son distintos.

A priori, los ciudadanos inscritos son los mismos, y sólo difieren por la inclusión de los extranjeros residentes en las elecciones locales (que en la práctica encuentran muchos obstáculos para ejercer su derecho a voto, sea dicho de paso), además de los primi-votantes que llegaron a la mayoría entre las elecciones nacionales de 2022 y las de ahora. Sin embargo, en la práctica, los que realmente votan no son del todo los mismos.

Empecemos por el hecho de que, en Colombia, las elecciones locales registran una participación sensiblemente mayor que las nacionales. En las locales de 2019, la participación superó el 60%, contra menos de 55% en la primera vuelta de las presidenciales de 2018 (las legislativas del mismo año no convocaron ni la mitad del electorado inscrito).

No se trata únicamente de una diferencia de 5 puntos porcentuales más para las elecciones locales (el equivalente de más de 2 millón de electores). En realidad, las diferencias regionales muestran que no son los mismos electores que acuden a las urnas en ambos escenarios. Existen regiones, en particular los pueblos del interior de la Costa Caribe, que amplifican mucho la diferencia entre lo local y lo nacional en beneficio del primero. Allá, la elección presidencial aparece muy lejana y no apasiona a tanta gente, mientras las elecciones locales son fundamentales. Ya hicimos una nota al respecto hace un tiempo.

Lo que es cierto entre regionales lo es también en el seno de las ciudades. Tomemos el caso de Bogotá. Los capitalinos tienen un comportamiento diametralmente opuesto a los habitantes del interior de la Costa Caribe: se interesan mucho más en la presidencial que en las elecciones locales. En 2018, votaron 3.700.000 bogotanos en la primera vuelta, con una tasa de participación de 65%, pero año y medio después, eran apenas 3.215.000 para votar en la elección de Claudia López como alcaldesa (55% de participación).

La diferencia es de unos 500.000 votante, pero es aun mayor si la miramos en detalle.

Tasa de aumento entre el voto presidencial (1ra vuelta de 2018) y el voto a alcalde (2019)

En el mapa, el tamaño de los circulos muestra la diferencia entre el voto a alcalde de 2019 y el voto presidencial del año anterior en número de votos en cada localidad. Si el circulo tiene circunferencia azul, la diferencia es negativa, es decir, el voto presidencial es superior al voto de alcalde. Si el circulo tiene circunferencia roja, es la inversa. La localidad de Sumapaz es la única en este caso. Es la excepción que confirma la regla: en las grandes ciudades se prefiere la elección del presidente a la del alcalde, en el mundo rural, es la inversa.

El color de relleno de cada disco simboliza la intensidad de la tasa de variación del voto entre 2018 y 2019. Nos permite apreciar la importancia de la diferencia de voto en terminos relativos al tamaño de la localidad.

Es interesante constatar que la mayor intensidad de variación se registra en el puesto censo de Corferias. Aunque se trate de lejos del puesto de votación con mayor inscritos en la ciudad, tiene mucho menos electores que una localidad promedio. A pesar de eso, la diferencia de voto entre las dos elecciones en números en Corferias es comparable a la de las localidades más grandes de Kennedy o Suba. En realidad, los electores de 2019 fueron ahí menos de la mitad de los de 2018. Esto se explica probablemente por el hecho de que los electores inscritos en corferias son electores ocasionales que nunca se tomaron la pena de inscribir sus cédulas cerca de sus dominicilios. Cuando se desplazan al centro de votación, es para las presidenciales mucho más que para cualquier otro tipo de elecciones.

Más allá del caso atípico de Corferias, las localidades que tienen una mayor baja de votantes entre 2018 y 2019 son, en este orden, Chapinero, Usaquen, Antonio Nariño, Barrios Unidos, y Rafael Uribe Uribe. Las dos primeras (y en menor medida la cuarta) concentran la mayor proporción de electores de estratos altos, lo que muestra que esta diferencia de participación no es neutra sociológicamente. Para decirlo rapidamente, la preferencia de participación para la presidencial de los capitalinos es aun mayor para la población más acomodada.

Al otro extremo, (exceptuando el caso particular de Sumapaz), es en la localidad de La Candelaria que la diferencia entre las dos elecciones es menor, seguida de Fontibón y San Cristóbal, unas localidades con un electorado más popular, aunque tampoco el más pobre de la ciudad.

De modo que en efecto, el electorado que saldrá a votar el próximo mes no es el mismo que votó el año pasado. Eso, unido a las otras diferencias que evocábamos al principio, debería incitarnos a la mayor prudencia a la hora de analizar las elecciones locales desde la lógica de la política nacional.

Esto tampoco significa que no se deba hacer. Los dos escenarios no son completamente ajenos el uno al otro. No obstante, requiere de un paciente y riguroso trabajo de clasificación, por ejemplo, para interpretar adecuadamente las más de 1800 candidaturas en coalición que se presentan (sería una pena encontrar en la noche del 29 de octubre que la fuerza política ganadora es “coaliciones”). En DEMOS, estaremos trabajando para tratar de ver un poco mejor en esta maraña de siglas.