Movimiento de Salvación Nacional: en búsqueda de un lugar

Por Manuel López

Con la apertura democrática de la década de los 90’s, el número de partidos políticos se multiplicó. De un sistema bipartidista, en el que, si bien existían otros partidos, solo 2 de ellos eran competitivos antes de 1990, el número creció rápidamente a 23. Entre ellos, el Movimiento de Salvación Nacional, una disidencia del Partido Conservador liderada por Álvaro Gómez Hurtado, hijo del expresidente Laureano Gómez. Luego de las elecciones de 1990 en las que Gómez Hurtado se presentó como candidato, mantuvo algunas curules en el Congreso hasta que perdió su personería en 2006.  En el 2021, tras una decisión del Consejo Nacional Electoral que le devolvía la personería jurídica al Nuevo Liberalismo, el entonces extinto partido ‘Movimiento de Salvación Nacional’ tomó provecho de dicho precedente y retornó a la arena electoral del país en medio de una coyuntura y un revolcón en el sistema político. Esta decisión se dio como una forma de “reparación por la violencia política” – concepto que ya hacía carrera en el país – a causa de la muerte de Álvaro Gómez Hurtado. MSN se reestrenó con la candidatura presidencial de Enrique Gómez Martínez, sobrino del fundador, en 2022. ¿Cuáles son las cartas que juega Salvación Nacional en estas elecciones locales y cuál es su estrategia electoral? Son preguntas que serán tratadas en el presente artículo.

En primera medida, es necesario mencionar que el partido se estrena en el ámbito subnacional. 156 son las candidaturas propias, es decir, presentadas sin coaliciones, y 69 en este tipo de participación. Aunque la cifra parece pequeña, lo cierto es que resulta ambiciosa si se tienen en cuenta otras agrupaciones de mayor trayectoria como el Polo Democrático Alternativo o el partido MIRA y/o Colombia Justa Libres. Así, la estrategia de Salvación Nacional consiste en expandirse y tener presencia en el nivel local, quizá, con miras a una consolidación e institucionalización partidaria.

En el mapa se muestran los municipios en donde el Movimiento de Salvación Nacional cuenta con una candidatura, bien sea propia o en coalición. Como se observa, su presencia en esta contienda se concentra mayoritariamente en las capitales y centros urbanos de los departamentos del centro y norte del país, con algunas pocas excepciones notables como Pasto y Buenaventura, las cuales se encuentran en el sur y el pacífico colombiano respectivamente. Un aspecto salta a la vista aquí: el partido busca mantener una presencia en zonas históricamente alineadas a la derecha. Ejemplo de lo anterior es que, de acuerdo con el mapa, su fortín electoral se encuentra en Antioquia. Por lo demás, se trata de una presencia urbana, con un número pequeño de candidaturas en zonas rurales, a las que intenta arribar mediante coaliciones, como es el caso de San Vicente del Caguán y otros municipios. De este modo, podemos decir que el MSN le apuesta principalmente al voto de opinión urbano de derecha.

Ahora bien, las coaliciones son un instrumento secundario. De 225 candidaturas, 69 son coaliciones. Los partidos con los que el Movimiento de Salvación Nacional se relaciona en mayor medida en este tipo de participación política son el Centro Democrático, con 31 apariciones; el Partido Cambio Radical, con 14; el Partido Conservador con 9; el Partido de la U con 9 y Creemos, con 8.  Quizá en este escenario el Movimiento de Salvación Nacional constituye una excepción a la regla general descrita en otras entradas de esta serie, pues el ámbito ideológico sí cobra una gran relevancia en el ámbito subnacional, contrario a lo que sucede, por ejemplo, con el Partido Alianza Verde. En ese sentido, Salvación Nacional comparte coaliciones con partidos de centro derecha y derecha, como lo son el Centro Democrático, Creemos, el Partido Conservador y Nueva Fuerza Democrática, todos afines a sus posiciones ideológicas. Sin embargo, ello no implica que no haya hecho alianzas estratégicas con partidos como el Nuevo Liberalismo, el cual se aleja más de sus postulados. En el siguiente gráfico se retrata lo mencionado.

Una posible explicación de la variedad de lugares en donde hay candidaturas en las que se muestra el nombre de Movimiento de Salvación Nacional la dan Milanese y Albarracín (2022)[1], quienes señalan que, no en pocas ocasiones, las etiquetas partidarias se distribuyen como franquicias, en lugares en los que hay políticos interesados en adquirirlas. Esto se debe en parte al bajo enraizamiento de los partidos en la sociedad. Otra puede encontrarse en la pérdida de popularidad que han tenido algunos alcaldes alternativos, como lo son William Dau, Jairo Yáñez y Claudia López. De esta manera, Salvación Nacional buscaría ganar el espacio perdido por los partidos de izquierda y centro izquierda. Esta última hipótesis es factible si se tiene en cuenta que el partido tiene candidaturas en lugares con tendencia hacia el voto progresista como Bogotá y Pasto, y en aquellos en donde en las anteriores elecciones ganaron candidatos de esta tendencia como Cúcuta y Cartagena.

En conclusión, el Partido Movimiento de Salvación Nacional pretende expandirse territorialmente mediante, al menos, dos estrategias. La primera, consolidarse en lugares en donde el voto ha sido históricamente hacia partidos de ala conservadora – o de derecha –; la segunda, desplazar a los partidos de izquierda y centro izquierda en ciudades de gran importancia y en donde estos han perdido popularidad.


[1] Milanese, J. P., & Albarracín, J. (2022). Congruencia y enraizamiento partidario. Análisis de las elecciones para cuerpos colegiados 2018-2019. En En configuración permanente. Universidad de los Andes; Digitalia. https://www.digitaliapublishing.com/a/128093

De lo nacional a lo local. Cada plano con su lógica

En este periodo de campaña para las elecciones locales de 2023, se ha escuchado varias veces que el escrutinio iba a ser un “plebiscito sobre la política de Gustavo Petro”, plebiscito en el que, a todas luces, el presidente sufrirá una derrota. Sin embargo, esta idea ignora las particularidades de los escenarios locales y la dificultad de analizarlos a través de los lentes nacionales. Recordemos que, en el ciclo electoral pasado, las grandes ciudades eligieron alcaldes con perfiles de “independientes”, muchas veces inclinados al centro-izquierda, cuando la derecha había triunfado un año antes en las elecciones nacionales (con el caso extremo de Medellín que fue baluarte de la derecha en este último caso pero que eligió a Daniel Quintero, cercano a Gustavo Petro, en 2019). Apenas más lejos en el tiempo, durante tres ciclos electorales seguidos, vimos el uribismo ganar holgadamente las elecciones nacionales mientras Bogotá elegía alcaldes de izquierda.

¿Qué hay detrás de estos desfases?  

En primer lugar, los escenarios son distintos. Los temas que se destacan ahora en la campaña conservan una relación relativamente lejana a las políticas del gobierno nacional, salvo quizás con el tema de la “paz total” en las zonas que más sufren la violencia de los grupos armados. En las grandes ciudades, el debate gira principalmente alrededor de la seguridad urbana y la lucha contra la delincuencia, o los temas de movilidad, sin que importe mucho la agenda de reformas sociales del gobierno nacional.

En segundo lugar, los actores no son los mismos, con mayor razón en un contexto de fragmentación creciente del sistema de partidos colombiano. Con más de 30 partidos, y todas las combinaciones posibles entre ellos en coalición (sin hablar de los grupos significativos de ciudadanos), es muy difícil leer los escenarios municipales en relación a la balanza de fuerzas en el Congreso por ejemplo. Si las elecciones de octubre no pintan bien para la izquierda, es menos por la impopularidad de Petro que por la debilidad de sus bases locales, con la excepción de Bogotá en la que, de todos modos, la izquierda nunca se ha recuperada del todo del descalabro de la época de Samuel Moreno. Las disputas en el seno del Pacto Histórico alrededor de las candidaturas tampoco ayudarán. Al contrario, los viejos partidos Conservador y Liberal que sufren un lento declive en las elecciones legislativas y ya no son siquiera jugadores en el escenario presidencial siguen bastante fuertes en el ámbito local.

Más allá de eso, hay una tercera diferencia que se olvida a menudo y que después de una interesante discusión en redes con mi colega Olga González, quisiera detallar acá: los electorados también son distintos.

A priori, los ciudadanos inscritos son los mismos, y sólo difieren por la inclusión de los extranjeros residentes en las elecciones locales (que en la práctica encuentran muchos obstáculos para ejercer su derecho a voto, sea dicho de paso), además de los primi-votantes que llegaron a la mayoría entre las elecciones nacionales de 2022 y las de ahora. Sin embargo, en la práctica, los que realmente votan no son del todo los mismos.

Empecemos por el hecho de que, en Colombia, las elecciones locales registran una participación sensiblemente mayor que las nacionales. En las locales de 2019, la participación superó el 60%, contra menos de 55% en la primera vuelta de las presidenciales de 2018 (las legislativas del mismo año no convocaron ni la mitad del electorado inscrito).

No se trata únicamente de una diferencia de 5 puntos porcentuales más para las elecciones locales (el equivalente de más de 2 millón de electores). En realidad, las diferencias regionales muestran que no son los mismos electores que acuden a las urnas en ambos escenarios. Existen regiones, en particular los pueblos del interior de la Costa Caribe, que amplifican mucho la diferencia entre lo local y lo nacional en beneficio del primero. Allá, la elección presidencial aparece muy lejana y no apasiona a tanta gente, mientras las elecciones locales son fundamentales. Ya hicimos una nota al respecto hace un tiempo.

Lo que es cierto entre regionales lo es también en el seno de las ciudades. Tomemos el caso de Bogotá. Los capitalinos tienen un comportamiento diametralmente opuesto a los habitantes del interior de la Costa Caribe: se interesan mucho más en la presidencial que en las elecciones locales. En 2018, votaron 3.700.000 bogotanos en la primera vuelta, con una tasa de participación de 65%, pero año y medio después, eran apenas 3.215.000 para votar en la elección de Claudia López como alcaldesa (55% de participación).

La diferencia es de unos 500.000 votante, pero es aun mayor si la miramos en detalle.

Tasa de aumento entre el voto presidencial (1ra vuelta de 2018) y el voto a alcalde (2019)

En el mapa, el tamaño de los circulos muestra la diferencia entre el voto a alcalde de 2019 y el voto presidencial del año anterior en número de votos en cada localidad. Si el circulo tiene circunferencia azul, la diferencia es negativa, es decir, el voto presidencial es superior al voto de alcalde. Si el circulo tiene circunferencia roja, es la inversa. La localidad de Sumapaz es la única en este caso. Es la excepción que confirma la regla: en las grandes ciudades se prefiere la elección del presidente a la del alcalde, en el mundo rural, es la inversa.

El color de relleno de cada disco simboliza la intensidad de la tasa de variación del voto entre 2018 y 2019. Nos permite apreciar la importancia de la diferencia de voto en terminos relativos al tamaño de la localidad.

Es interesante constatar que la mayor intensidad de variación se registra en el puesto censo de Corferias. Aunque se trate de lejos del puesto de votación con mayor inscritos en la ciudad, tiene mucho menos electores que una localidad promedio. A pesar de eso, la diferencia de voto entre las dos elecciones en números en Corferias es comparable a la de las localidades más grandes de Kennedy o Suba. En realidad, los electores de 2019 fueron ahí menos de la mitad de los de 2018. Esto se explica probablemente por el hecho de que los electores inscritos en corferias son electores ocasionales que nunca se tomaron la pena de inscribir sus cédulas cerca de sus dominicilios. Cuando se desplazan al centro de votación, es para las presidenciales mucho más que para cualquier otro tipo de elecciones.

Más allá del caso atípico de Corferias, las localidades que tienen una mayor baja de votantes entre 2018 y 2019 son, en este orden, Chapinero, Usaquen, Antonio Nariño, Barrios Unidos, y Rafael Uribe Uribe. Las dos primeras (y en menor medida la cuarta) concentran la mayor proporción de electores de estratos altos, lo que muestra que esta diferencia de participación no es neutra sociológicamente. Para decirlo rapidamente, la preferencia de participación para la presidencial de los capitalinos es aun mayor para la población más acomodada.

Al otro extremo, (exceptuando el caso particular de Sumapaz), es en la localidad de La Candelaria que la diferencia entre las dos elecciones es menor, seguida de Fontibón y San Cristóbal, unas localidades con un electorado más popular, aunque tampoco el más pobre de la ciudad.

De modo que en efecto, el electorado que saldrá a votar el próximo mes no es el mismo que votó el año pasado. Eso, unido a las otras diferencias que evocábamos al principio, debería incitarnos a la mayor prudencia a la hora de analizar las elecciones locales desde la lógica de la política nacional.

Esto tampoco significa que no se deba hacer. Los dos escenarios no son completamente ajenos el uno al otro. No obstante, requiere de un paciente y riguroso trabajo de clasificación, por ejemplo, para interpretar adecuadamente las más de 1800 candidaturas en coalición que se presentan (sería una pena encontrar en la noche del 29 de octubre que la fuerza política ganadora es “coaliciones”). En DEMOS, estaremos trabajando para tratar de ver un poco mejor en esta maraña de siglas.

De la primera a la segunda vuelta

Finalmente, después de una campaña de segunda vuelta sufrida Gustavo Petro venció a Rodolfo Hernández. Muchas cosas tuvieron que alinearse para que el candidato de la izquierda lograra revertir la situación que hacía de Hernández un virtual vencedor en la noche de la primera vuelta. Tuvo que estimular la participación en sus fortines y dar una dura batalla en las ciudades cuyos votantes aparecieron más escépticos frente a ambas campañas.

El eje centro /periferia de nuevo en el centro del juego

Una vez más, Colombia se dividió según la ya habitual lógica centro/periferia, Rodolfo Hernández logrando conquistar sin sorpresa el fortín de Federico Gutiérrez en Antioquia. Hizo también la tarea en el interior de la costa, donde el candidato de derecha eliminado había tenido buenos resultados, penetrando sobre el terreno de Gustavo Petro. En contraparte, éste logró avanzar hacia el centro desde el sur del país, conquistando Neiva, y avanzando desde Bogotá hacia los municipios cundinamarqueses aledaños.

Petro gana con Bogotá, las dos costas y el sur del país

La lógica centro/periferia se encuentra claramente matizada en esta segunda vuelta por otra lógica que opone el mundo urbano al mundo rural. Petro sufrió para retener el apoyo del interior de la costa Caribe, por ejemplo, en el sur de Bolívar, Cesar y Magdalena.

Hernández gana en el mundo rural del centro del país

A la inversa, si Hernández confirmó su fuerza en el mundo rural del centro del país y avanzó sobre la costa Caribe, fracasó en la conquista de las ciudades grandes, incluso en el centro. No logró crecer suficientemente en Bogotá y Soacha, en Neiva, en Manizales, o incluso en Tunja, por más que la capital boyacense se ubicara cerca a sus bastiones.

La participación fue clave en el resultado final

La importancia de la oposición entre el mundo urbano y rural se puede apreciar mirando el mapa de la evolución de la participación entre las dos vueltas. Uno se da cuenta ahí que el crecimiento de la participación hacia una tasa histórica de 58% no se reparte uniformemente sobre el territorio. Es la periferia petrista que más se movilizó en este segunda vuelta para consolidar su ventaja, mientras que la participación aumenta poco en las grandes capitales del centro, o incluso disminuye en Medellín, Armenia, y Pereira. Ahí, muchos indecisos terminaron quedándose en casa, lo que fue probablemente un limitante para Hernández.

El voto creció en los fortines petristas y disminuyó en las ciudades del centro

Esto sugiere que Hernández no fue capaz de recuperar todo el voto urbano de derecha del centro del país, contrariamente a lo que se dio por descontado en la noche de la primera vuelta. Por otra parte, la enorme movilización electoral del Caribe (en particular, el crecimiento de Barranquilla) y del sur-occidente viene una vez más a desmentir la tesis del “techo de la izquierda”.

El crecimiento parejo de Petro

De hecho, el voto de Gustavo Petro ha crecido de manera bastante homogénea en todo el país, en particular en municipios rurales del centro donde Hernández dominaba.

La izquierda rompiendo su “techo”

Así, Petro logró progresar en todas partes, tanto en el mundo rural como urbano, tanto donde estaba ya fuerte, como en Bogotá, Cali, y las capitales del Caribe como donde estaba débil, como en Medellín, Cúcuta, y la misma Bucaramanga.

Por su parte, Rodolfo Hernández progresa más que Petro, en particular donde Federico Gutiérrez estaba fuerte (Antioquia y el interior de la costa), o donde estaba previamente muy débil como en Cali. Aun así, el crecimiento resulta insuficiente en Bogotá.

Hernández recuperó votos de la derecha

Ahora bien, la historia es distinta si calculamos la progresión de Hernández con respecto a la suma de voto de Federico Gutiérrez y los suyos en primera vuelta (hablaremos para simplificar de tasa de crecimiento de la derecha).

Un síntesis incompleta para Hernández

Ahí se ve muy bien la insuficiencia del crecimiento de Hernández en todas las ciudades con la única excepción de Cúcuta. Es en las capitales que encontramos la razón de la derrota de Hernández. Ahí, no logró hacer la síntesis del voto de derecha que necesitaba para derrotar a Petro. Lo pudo hacer en el mundo rural tanto en sus baluartes del centro, como en el Caribe, pero no en el mundo urbano. La estrategia de no hacer campaña pasa factura para este electorado que pedía más.

En síntesis, Petro logró movilizar los abstencionistas en sus fortines y recuperar votos del centro político o indecisos en las ciudades. En cambio, Hernández no logró recuperar todo el voto de derecha. Las ciudades le fueron esquivas y sus votantes no petristas prefirieron la abstención.

La primera vuelta en mapas. El derrumbe del centro

Finalmente, el centro no solo fracasó en pasar a segunda vuelta sino que su candidato, Sergio Fajardo, evitar por poco el no reembolso de sus gastos de campaña a pasar apenas por encima del umbral de 4% que lo habilita. Es una gran decepción para la coalición centro esperanza que se amplio a nuevos socios con respecto a 2018 y ambicionaba ir más allá de los 24% que obtuvo entonces. Fajardo, quien era competitivo entonces en todo el centro del país, solo conserva respaldo en grandes ciudades como Bogotá, Medellín, Tunja y las capitales de eje cafetero.

Dicho eso, el mapa de diferencia con sus resultados de 2018 muestra que es también en estas capitales que registra su mayor caída, tomada en tenaza entre las candidaturas de Petro y Gutiérrez, mientras que Hernández lo desplaza de las zonas más rurales del centro del país.

La primera vuelta en mapas: el declive de la derecha

Federico Gutiérrez no pudo revertir el desprestigio de la derecha y tiene que inclinarse en primera vuelta, dejando que Rodolfo Hernández enfrente a Gustavo Petro en la segunda. La derrota de Gutiérrez que logra apenas 24% contra 39% a Duque hace cuatro años se explica por su dificultad a atraer el voto de derecha más allá de su departamento de Antioquia. Por supuesto, pierde Santander y los alrededores a mano de Hernández, pero los resultados también están limitados en el eje cafetero o el gran Tolima. Estas limitaciones geográficas explican que Gutiérrez no logre reconstruir lo que fue la fortaleza electoral de Duque en el centro del país. La correlación con el voto de derecha de hace cuatro años es apenas de 0,29 (contra 0,62 para Hernández como vimos).

El mapa de diferencia contra Duque confirma todo eso. El voto de Gutiérrez no logra recuperar el voto de derecha de la cordillera oriental. Solo resiste en las ciudades grandes como Bogotá, mientras las zonas rurales se pasan a Rodolfo. En cambio, es interesante notar que Gutiérrez progresa en el departamento del Atlántico con respecto a Duque en 2018, una zona que habrá que mirar con cuidado en la segunda vuelta.